TODOS LOS DÍAS SON NUESTROS reseña sin spoilers
El primer y hasta ahora, único libro de la guionista y directora mexicana Catalina Aguilar Mastretta, trata del proceso de ruptura de Mari y Emiliano presentada a nosotros en la forma de lo que parece ser el diario de la misma protagonista.
No, no es una historia de amor a mi punto de vista, bueno no de amor romántico, sino una historia de cómo el amor muere, de duelo.
El libro comienza con la ruptura de Mari y Emiliano, generando mucha confusión, que creí que era solo mía, pero no, me la estaba transmitiendo Mari, quien nos cuenta esta historia tan triste y caótica de su vida y nos permite conocer sus pensamientos más íntimos.
“¿Conoces a Emiliano Cervera?” le preguntan a Mari, a lo que ella responde en su cabeza: “No me acuerdo en qué tiempo, pero en uno pasado, era el amor de mi vida, el viejo de mi vejez, el papá de los hijos que no tengo. […] Me quiso tanto y fuimos tan del otro como ahora somos del espacio en el que nos olvidamos”.
Mari nos va contando toda la historia de cómo se conocieron Emiliano y ella, algunos lo podrían describir como “amor a primera vista”, pero yo no soy tan romántica y digo que fue mera atracción física. Se conocieron a los 15 años en su escuela, cada uno tenía a su respectiva pareja, y no fue sino hasta que tenían aproximadamente 20 años que empezaron a ser novios.
Emiliano y Mari, dos personas que vienen de entornos completamente distintos: Emi con una familia conservadora, protectora y, al parecer, con mucho dinero, mientras que Mari creció con una mamá liberal, feminista, y un padre ausente. Esto no los detuvo, vivieron juntos, rentaban su departamento, cada uno tenía su trabajo en la industria del cine, todo iba bien, ¿no?
Diez años han pasado, diez años de ser novios, de conocerse juntos que dejar de conocerse por separados. Dejan de ser cada uno su propia persona para transformarse en un “combo”.
Como lectores nos percatamos de las pequeñas heridas que se van causando el uno al otro, sin intención de dañarse, pero igual sin sanar. Esas heridas que, al acumularse, resultan en una ruptura sin reparación y, a simple vista, sin razón aparente ni culpable a quien señalar.
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