Rompiendo el estigma: Buena o Mala Música
Parece ser redundante decir que los gustos son personales. Sin embargo, últimamente he escuchado más y más los estigmas sociales de buen gusto y mal gusto. Aplica para cualquier situación y cualquier arte, pero me enfocaré en la música.
Hay música para todo tipo de gustos, eventos, situaciones o sentimientos. A veces las personas, me incluyo, queremos otorgarle a nuestros grupos o artistas favoritos la corona de cumbre universal y atemporal de buena y correcta música. Que si por escuchar rock clásico, jazz, música clásica (por más genérico que parezca) uno es superior. Y juzgar la superioridad por lo que escuchas se me hace presumir de lo que uno carece. Hay que saber escuchar y discernir qué le gusta y qué conviene escuchar. Claro que conforme uno se introduce más seriamente en el estudio o melomanía musical uno se vuelve más crítico y consciente de lo que se le presenta. Comienza a escuchar con pinzas y analizar más. Sin duda, hay música más preparada, más variada, más rica en elementos que la conforman que disfrutan oídos con más experiencia, pero eso no significa que por más simple o esencial la música sea mala o valga menos.
Está esa pelea eterna de la música urbana con el resto de los géneros. Si ese tipo de música ha llegado a niveles extraordinarios es porque ha conectado con su público. Muchas canciones de gente estudiada y compleja no llega a conectar porque se cierra sobre sí misma y su elitismo. Al final, una buena canción tiene que ser honesta y cero presuntuosa para conectar. No pretendamos que música especializada en géneros no populares se convierta en el número uno de las listas del país cuando la gente no está familiarizada. Ni tampoco pretendamos que música urbana o regional no sea la principal sonorización de las fiestas cuando las temáticas de las que habla normalmente son de diversión, fiestas y desenfreno. Cada música para su lugar y para cada paladar.
Así como el buen vino es el que le guste a cada quien. No hay que olvidar que el gusto musical es único y a la vez transferible. La música que uno escucha habla sobre la historia de la persona, sus hábitos y su forma de pensar. Pretender recortar qué es correcto y qué no es entrar en un tema ético que tiene que ser personal o, a las edades tempranas, tarea de los padres. No pretendamos que la libertad ajena sea libertinaje y la nuestra la verdad absoluta. Aprendamos a escuchar y discernir lo que es para nosotros y qué no sin atacar. Si hay algo en lo que musicalmente no estamos de acuerdo hay que utilizar argumentos más allá de «son nacos, son estúpidos, son huecos». Es una historia de nunca acabar.