El visionario mural subacuático de Diego Rivera
Los mexicanos en general sabemos que el muralismo fue algo importante en la historia del arte de nuestro país y del mundo. La verdad es que si vemos el muralismo en el contexto en el que surgió y las otras manifestaciones artísticas contra las que competía por protagonismo en el escenario mundial nos daremos cuenta de que sí que fue algo único, vanguardista y visionario. Se trataba de un arte preocupado por los problemas sociales y económicos de su momento, que buscaba reivindicar los cánones de las culturas prehispánicas (es decir, pintar y dibujar como las culturas anteriores a la llegada de los españoles) y que usaba como medio el espacio público, lo cual reforzaba la idea de que el arte debía estar al alcance de todos y que el arte de caballete debía morir.
Estas ideas eran muy diferentes y revolucionarios en su momento. Quizás hoy no nos demos cuenta, pues el muralismo se ha convertido en una práctica común.
A pesar de que todo esto ya era por sí mismo un parteaguas en la historia del arte mundial, Diego Rivera logró otro innovador mural que añadía una nueva capa de complejidad e interés artístico a la pintura. Se trata de su obra llamada “El agua, el origen de la vida” que hoy se encuentra en el museo del Cárcamo de Dolores, en Chapultepec.
Este mural es revolucionario e innovador pues no sólo se inserta en el contexto del muralismo como movimiento, sino que además no simplemente trata de un tema que se queda en la pintura. A lo que me refiero es que el tema es el agua, pero el tema mismo está integrado a la obra de arte pues este mural fue pensado para estar sumergido ya que se pintó en lo que alguna vez fue una instalación de distribución de agua para la Ciudad de México.
Durante cuarenta años estuvo sumergido. Sin embargo, por los minerales que se acumulaban y por la erosión que ocasiona el paso del agua, el mural se estaba dañando. Después de que la instalación dejó de distribuir agua, se restauró la obra.
Aunque ya no vemos al mural en su estado original, esta obra es testimonio del ingenio de Diego Rivera y de un elemento clave para crear arte en espacios públicos o grandes: aprovechar el espacio e integrar de manera real el tema, de manera que la obra adquiera otro nivel de vida.
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