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Foto del escritorAlex Oros

Dramas de compositores clásicos: ¿de qué escribirían hoy las revistas de farándula?

A mí me gusta pensar que no existe tal cosa como un “gusto culposo”; si algo te gusta, te gusta y se acabó, no hay necesidad de sentir pena por ello. Habiendo dicho eso, por supuesto que entiendo el concepto y también he experimentado esa vergüenza de gustar de algo que quizás sería criticado por tus cercanos. Así como a mi me encanta la Rosa de Guadalupe y el segundo disco de Hilary Duff, hay un gran número de ávidos lectores de TVNotas y otras revistas de escándalos y chismes de la farándula mexicana. Y así como hoy en día hablamos de Bárbara de Regil y de Camilla Cabello, la realidad es que, hace algunos cientos de años, parte importante de la farándula eran los músicos, compositores y directores de orquesta que, hoy en día, se han convertido en clásicos. Paganini, Liszt y Mozart eran las súper estrellas de sus épocas y, como cualquier famoso, también eran humanos que cometían errores y tomaban decisiones dudables. Siendo yo un fanático de la historia de la música, les comparto en este artículo, algunos de los escándalos que seguramente hubieran figurado en alguna de estas revistas de farándula. En el estilo de los videos click-bait de Buzzfeed, les aseguro que el número 3 los sorprenderá.



Jean-Baptiste Lully y la dirección de orquesta como deporte de alto riesgo.

Por allá por las lejanas épocas del barroco, el rol del director de “orquesta” estaba muy poco desarrollado si lo revisamos con los valores actuales con los que se dirige hoy en día. En esos tiempos, los directores, en lugar de una batuta pequeña que pareciera varita mágica del universo de Harry Potter, solía utilizarse un bastón largo de madera que movían de arriba hacia abajo, golpeando el suelo y llevando el tempo para que los músicos pudieran tocar juntos. También es importante mencionar que la palabra “orquesta” se encuentra entrecomillada en este contexto porque las orquestas como las conocemos hoy en día son resultado de esta época pero que, a nuestro protagonista, Jean-Baptiste Lully, no le tocaron tal cual.


En 1687, el rey Luis XIV de Francia requirió una operación odontológica por un dolor que le causó una fractura en la mandíbula. Temiendo todos la inminente muerte del monarca, la sorpresa de su mejoría fue tal, que Jean-Baptiste Lully rearregló su obra Te Deum para interpretarla en un concierto conmemorativo a la salud del rey en la Église des Pères Feuillants, cuando, por accidente, agitando su bastón de director, golpeó su propio pie, abriéndose una herida que, al poco tiempo, se gangrenó y ocasionó la muerte prematura del compositor (principalmente porque Lully se negaba a dejarse amputar el dedo) ese mismo año. Podemos concluir, entonces, que las probabilidades de morir por dirigir una orquesta son bajas, pero nunca serán cero, estadísticamente.


Piotr Tchaikovsky, la conspiración del siglo.

Al igual que un gran número de músicos y compositores a lo largo de la historia (el mismo Jean-Baptiste Lully siendo uno de ellos), Tchaikovsky era homosexual y, al igual que todos, se vio en la necesidad de esconder su sexualidad toda su vida. Si algo nos ha enseñado el cine estadounidense propagandístico es que los rusos son famosos por sus agencias de inteligencia y su estricto gobierno, es también importante mencionar que la industria cinematográfica orientada a la ficción y el entretenimiento no debe ser, en ningún momento, tomado como referente de la realidad (especialmente de contextos que nos son ajenos), pero es inevitable que, en algunos momentos, la realidad supere la ficción.


En 1893, el célebre compositor ruso falleció en San Petersburgo a la temprana edad de 53 años y a tan solo diez días del estreno de su 6ª Sinfonía, la “Pathétique” (que, si no han escuchado, háganse un favor y échenle una oreja). El reporte oficial establece al cólera como la causa de defunción, tras haber consumido agua sin hervir. Durante años, esta fue la razón aceptada por musicólogos e historiadores aún cuando, en los días alrededor de su muerte, surgieron muchas preguntas y debates al respecto. La primera razón por la cual se duda de esto es que, algunos años antes, la madre del compositor había fallecido por la misma enfermedad causada por agua sin hervir y, Tchaikovsky, sabiendo que tenía un sistema digestivo frágil, le tenía pavor al cólera, por lo que era muy cuidadoso con lo que bebía.


Tras profundizar en este razonamiento, la Dra. Marina Frolova-Walker, musicóloga de la Universidad de Cambridge, desarrolló cuatro posibles teorías sobre las posibles causas de muerte (siendo la primera la ya mencionada, al ser imposible y poco profesional descartarla por las razones descritas). Además del cólera contraído por descuido, la musicóloga de origen ruso determinó que, de haber muerto por cólera por agua sin hervir, posiblemente sería a causa de un suicidio (lo que llevó a cientos de académicos a buscar pistas, en vano, de sus motivos en la 6ª Sinfonía que acababa de estrenarse), pero que, lo más probable, es que haya sido asesinado (u obligado a suicidarse) por miembros de la Corte del Zar Alejandro III al descubrir correspondencia amorosa entre el compositor y el sobrino de uno de los miembros quienes determinaron que: “para salvar a la reputación de la escuela de jurisprudencia, [Tchaikovsky] debía tomar su propia vida”. Esta teoría sólo logró tomar mayor tracción cuando la musicóloga Alexandra Orlova entrevistó a un alumno de la escuela que había registrado la historia de la escuela y sus integrantes.


Para terminar de hacer esta teoría posible, se descubrió una carta dirigida a Tchaikovsky, redactada por el mismísimo Zar donde éste le regaña por haber ocasionado vergüenza nacional por haber formado parte de una relación ilícita con el hijo del Embajador de España en Rusia, especificando que Tchaikovsky, como aristócrata y caballero “sabe lo que se espera de él hacer”.


La realidad es que no existe suficiente evidencia para asegurar que una teoría es cierta y desacreditar las otras. La muerte prematura de una figura pública en esas épocas siempre está en posibilidad de causar revuelo, pero la causa permanecerá desconocida a no ser que se exhume su cuerpo y se hagan pruebas de rastro de arsénico (que puede permanecer en el cuerpo hasta cien años) y, por lo tanto, nosotros nos quedaremos con la duda.


Héctor Berlioz: un villano de cómics.

Agárrense porque ahí les va.

En 1831, tras haber ganado el Prix de Rome, el compositor consiguió un lugar para estudiar en la Academia de Roma, dejando atrás a su prometida, Marie Moke (misma con la que se comprometió a matrimonio solamente porque su amada, la actriz Harriet Smithson no correspondió su amor). No queriendo que contrajeran nupcias, la madre de Marie, apodada “el hipopótamo” por el compositor, aprovechó la ausencia de Berlioz para comprometer a su hija al virtuoso y heredero de la fábrica de pianos Camille Pleyel. Siendo el epítome del ethos del romanticismo y un dramático berrinchudo, Berlioz comenzó a planear el asesinato de Marie, Pleyel y el hipopótamo, pero, por supuesto que no sería algo tan sencillo como llegar a dispararles e irse. No, esto tenía que ser mucho más teatral.


Haciéndose un traje de criada típico de la época, comprando dos pistolas y una botella de arsénico, Berlioz planeaba disfrazarse de mujer, decir que era la mucama de la Condesa Moke y que venía con un mensaje urgente, mientras la carta era leída, disparar primero a su ex prometida, luego al pianista intruso y, tras revelarse como Berlioz, disparar al “hipopótamo”, dejando una última bala para sí mismo que, en caso de no funcionar, bebería el arsénico para asegurarse de que el trabajo quedó bien hecho (de repente es fácil entender de dónde viene la Sinfonía Fantástica que, de nuevo, háganse el favor de escucharla si no la conocen). La única razón por la que no consumó su plan fue porque olvidó su equipaje en algún punto durante el viaje entre Roma y la frontera de Francia, cerca de Pietra Santa. El mismo día que se percató de la pérdida del vestido, cayó por accidente al mar y por poco muere, de no haber sido rescatado por unos pesqueros que se encontraban en la zona. Esta experiencia cercana a la muerte hizo que se detuviera a pensar, en la ciudad de Niza, y darse cuenta de que necesitaría volverse a tomar medidas para un traje de mujer y que no tenía realmente intenciones de morir. Aprovechó su tiempo en Niza para comenzar a componer la Obertura del Príncipe Lear y decidir que suicidarse tras cometer tres asesinatos por amor arruinaría su reputación, convirtiéndolo en un salvaje sin control y, más importante, dejaría su primera sinfonía inconclusa (de acuerdo con sus Mémoirs autobiográficas).


Podemos ver que, usemos peluca del siglo XVI o togas de la Antigua Grecia, los famosos siempre nos darán algo de qué hablar y que, si bien, los escándalos de hoy en día pudieran llegar a parecer algo banal y sin sentido, en el futuro, harán a algún historiador, y a un pequeño grupo de entusiastas, muy, muy contentos.


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