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Foto del escritorNatalia Gómez

Conoce la mayor historia de amor de la historia del arte

La musa detrás del Renacimiento


Hay mil y un razones por las cuales yo me enamoré de la historia del arte, de sus misterios, su simbolismo oculto, sus artistas y la vida personal de cada uno de ellos que le da significado y vitalidad a sus obras.

Del Renacimiento se pueden contar mil historias diferentes ya que en este, mi periodo favorito de la historia, los artistas crecían y trabajaban juntos en ciudades pequeñas, Milán, Roma y sobre todo Florencia.


En otros artículos hablaremos más acerca del Renacimiento y las causas sociopolíticas que dieron lugar a los doscientos años más productivos de la historia, pero en este solo te voy a contar mi historia favorita para que te vayas enamorando del arte.

Esta es la historia de amor más grande, o por lo menos, la más hermosa, los personajes principales de nuestra historia (cien por ciento verídica) son el mismísimo pintor Sandro Botticelli y Simonetta Vespucci, una joven que enamoró a todo aquel que la conoció con su inigualable belleza y cuya prematura muerte empapó de lágrimas las calles de Florencia.

Sandro Botticelli fue el pintor favorito de Lorenzo di Medici, “el Magnífico “. Fue su consentido de todos los artistas bajo su mecenazgo, por lo que pintó muchísimos cuadros de vírgenes y diosas griegas como lo pide la moda del “Siglo de Oro” en el que se rescatan los principios de belleza griegos y con ellos, los personajes de su mitología.

Date un minuto y googlea “pinturas de Botticelli”, vas te espero…


¿Qué tienen en común sus obras?


Además de su indiscutible belleza y atención al detalle, ¿Ya viste que todas las mujeres tienen la misma cara? Regresa a Google y compruébalo.

Bueno, pues esa mujer es la mismísima Simonetta que volvió loco a Sandro y al hermano chico de Lorenzo el Magnífico, Giuliano, que era el segundo hombre más poderoso de Florencia y quizás de toda Europa después de su hermano. Giuliano dejó clarísimo su amor por ella y le rogaba a Simonetta, pero ella desafortunadamente ya estaba casada.


El esposo de Simonetta, el señor Vespucci era un cuate sin mucho chiste pero con mucho dinero y bastante mayor que ella como se estilaba, viajaba mucho debido a sus negocios y dejaba a su joven y hermosísima esposa detrás.


Fue conocido por toda Florencia el amorío íntimo de Simonetta y Giuliano, y el esposo dispuesto a compartirla con tal de no perderla.


Pero aquí no vamos a hablar de Giuliano, cuya misteriosa muerte nos deja con ganas de hacer otro artículo dedicado a él. Aquí vamos a hablar de Botticelli.


Cada pincelada que dedicaba a su musa hacía que el pintor se enamorara más profundamente de ella, pero su amor no solo no era correspondido sino que se veía a sí mismo torturado viendo desde primera plana a su musa con su mejor amigo, Giuliano.

Es más, uno de sus cuadros más famosos es el de Venus y Marte, donde se ven a los dioses griegos, amantes apasionados descansando después de un encuentro amoroso, la modelo de Venus es evidentemente Simonetta y el dios que descansa a su lado es… Giuliano.

¿Te imaginas tener que pintar al amor de tu vida, con tu mejor amigo que es su amante? Damn.

En fin, ¿Cuál es el chiste de este cuadro? Es una sutil forma de representar lo que estaba sucediendo en la vida real. Venus es una diosa casada con Hefesto, el herrero de los dioses que era súper feo pero muy simpático y buen esposo, tolerante de todas las infidelidades de su amada esposa, que la comparte con medio Olimpo. Venus se enamora profundamente de Marte el dios de la guerra, un joven guapísimo que la seduce y con el cual prolonga una relación llena de amor y caricias a espaldas de su esposo.


La mitología griega aquí es la excusa perfecta para representar exactamente lo que sucedía en Florencia a la vista de todos. La belleza de Simonetta era irresistible para todo aquel que la viera y pronto, gracias al talento de Botticelli, se podía ver a esta hermosura de mujer por toda Florencia en sus incontables retratos, en el resto de la Virgen en los muros de las iglesias, los retratos de Venus, de las tres gracias, de Judith en los relatos bíblicos.

Simonetta parecía demasiado increíble para ser verdad y pronto, su vida llegó a su fin. A los veintitrés años Simonetta murió. Una muerte rápida e inesperada que cubrió a Florencia con un velo de luto y destrozó los corazones de Giuliano, su amante, y Sandro, el pintor que le dedicó su vida.


Aún después de su muerte, Sandro siguió pintándola, argumentando que se le aparecía por las noches su fantasma y posaba para sus cuadros. Su belleza hoy ha sido inmortalizada en todas las obras del pintor florentino y podemos apreciar su angelical aspecto en sus retratos que hoy son la representación exacta del ideal de belleza al que toda mujer aspiraba en el Renacimiento.

Botticelli murió 32 años después de Simonetta y ningún día de su vida dejó de amarla. Su último deseo fue testimonio de su amor, del amor más grande de la historia del arte:


“Deseo ser enterrado, donde pasé mi vida entera, a los pies de mi amada Simonetta”

Y así fue, hoy puedes ir a visitar su tumba, una placa redondita en una esquinita de la capilla familiar de los Vespucci, a los pies de la tumba de Simonetta en la Iglesia de Ognissanti, Florencia.




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